Al Otro Lado del Cable

Hace tiempo que Fernando me pidió que colaborara en el portal de Música En Salamanca, y el ajetreo, el trabajo (y la falta de él), la familia y los cambios de rumbo en el camino han ido haciendo que esta primera entrada fuera quedando atrás en el timeline de este proyecto enorme que es la vida.

Para empezar me pongo en contexto, o me justifico, para que se entienda (y yo también) por qué estoy aquí dándole a la tecla en este espacio. Soy técnico de sonido, además no de los más veteranos, pues empecé a estudiar un poco tarde, cuando comprendí que la música no me iba a dar de comer y que no tenía en la cartera ningún oficio al que agarrarme cuando quisiera dejar de dar tumbos (cosa que, por supuesto, mi oficio no me ha evitado para nada sino todo lo contrario, supongo que cada uno tiene su estrella).

El caso es que, después de un tiempo ejerciendo en Salamanca, aterricé como técnico residente en una conocida sala de conciertos de la ciudad, el Potemkin. Sala de conciertos porque suele haber conciertos, pero el que haya asistido a alguno allí sabrá que en realidad es un antro semienterrado donde se despliegan unas tarimas con ruedas en medio del suelo, se descuelgan unas telas negras del techo y se dispone un equipo de sonido frente al público (con mucha fe, como el que se pone delante de un toro), que en muchas ocasiones no puede hacer la magia esperada de convertir un semisótano en una sala de conciertos. En definitiva, era un bar oscuro, sin equipo propio ni escenario, con el suelo a dos alturas y los techos muy bajos; largo, estrecho y de forma irregular, lleno de espejos y sin más salida que la propia entrada…un sueño para cualquier técnico (ironía) o un vampiro (esto es cierto).

Ya quisiera tener esos techos y ese sistema de riego…

Muy underground, eso sí. Os lo podría describir de muchas maneras, pero creo que las palabras de uno de los técnicos que venían con las bandas son muy ilustrativas: “esto es un tubo”. Otro me dijo que no sabía cómo podía trabajar yo allí, la verdad es que con el tiempo se le cogía cariño, y no dejaba de ser un desafío hacer sonar decentemente a un grupo en ese garito infernal. No hubiera estado de más que el dueño de esta “sala” (y muchas otras en la ciudad) se hubiera gastado un durillo en algo de infraestructura para hacer de ella una sala de conciertos de verdad, con su escenario fijo, camerinos y equipo propio y ajustado para el lugar. Pero allí todos sabíamos que no interesaban la música ni los conciertos y que sólo se pretendía que el lugar tuviera algo de actividad antes de la hora a la que solía venir la clientela, que solía ser más bien tardía (era de los últimos bares en cerrar). En este lugar, y gracias a su programador de entonces (Javi Retrovisor) al que le gustaba incorporar teloneros locales a los conciertos de las bandas que pasaban por allí, conocí a una buena cantidad de grupos de la ciudad, algunos muy buenos.

Tras unos años haciendo conciertos por Salamanca y alrededores, incluidos los del “Potem”, me di cuenta de que aquí se daban unas circunstancias especiales que hacían aflorar bandas jóvenes con proyectos muy interesantes, como las setas al primer rayo del sol de otoño. Es una ciudad de encuentro de jóvenes de diferentes lugares (principalmente por la universidad y por el ambiente festivo de tiempos mejores) con los músicos oriundos, de los que muchos además tenían un mínimo de estudios musicales que, en la época en que yo subía a los escenarios a tocar (no a sonorizar), no era común. Así que tenemos una escena de grupos jóvenes, con proyectos interesantes, miembros de distintas procedencias y recorridos culturales y conocimiento de causa de lo que hacen. Lo malo, que muy a menudo por los mismos motivos eran flor de un día, aparecían tan rápido como desaparecían, o se transformaban en otro grupo donde se mezclaban miembros de varias bandas. Era como observar al microscopio un cultivo de bacterias inquietas y creativas.

Además de técnico de directo, participo en varios proyectos de radio, entre ellos, Radio Oasis, la radio comunitaria de la ciudad; por lo que decidí unir estos dos ámbitos proponiendo un programa de música local, que finalmente también tuve que presentar: Músicos en el Oasis. En él se trataba de dar voz a las bandas locales y la programación de música propia en la ciudad. Por esos micrófonos pasaron muchos de los músicos que ya pasaran por aquellos otros de los escenarios en los que yo trabajara.

Creo que estos son los dos motivos por los que se me ha invitado a colaborar en este medio. En sucesivas entradas (que espero que no se dilaten mucho en el tiempo) repasaré algunos de los grupos y conciertos de música hecha en Salamanca que he tenido el placer de hacer sonar. Si bien o mal, eso ya se lo tendréis que preguntar a ellos, o mejor al público. Siempre desde mi perspectiva al otro lado del cable.

Sobre Jorge García 3 artículos
Músico, padre, técnico de sonido y de radio. LaMujerBarbuda *Freak Sound*

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