Los Rejas tenían instrumentistas y repertorio, pero carecían de línea definida
En 1963, Juan Gabriel Sánchez, más conocido como Gabi, se alió con cuatro amigos y decidió formar lo que entonces se llamaba un “conjunto músico-vocal”. Nada sorprendente si tenemos en cuenta el hecho de que, según afirma, puso por primera vez las manos sobre el teclado de un piano cinco minutos después de soltar el chupete. Su padre y su madre, profesores del Conservatorio de Salamanca, “ambicionaban para mí un futuro de Mozart, Beethoven y Bach, pero me gustaban más Los Beatles, una gente que se ajustaba más a mi forma de ver las cosas”, enfatiza. Así, con bastante disgusto paterno, fundó Los Dragones (Raúl, cantante; Antonio, batería; Nacho, guitarra y el propio Gabi al bajo.
Incluso Flores, futuro guitarrista del rompedor Eva Rock, empezó con ellos su andadura musical). Como era habitual entonces, comenzaron casi en broma, con una pandereta en lugar de batería y guitarras eléctricas prestadas conectadas a una radio. Así, actuando en los festivales del Bretón, aprendieron los rudimentos del oficio. Tras dos años, finalizado este periodo de formación, mutaron su nombre por Los Rejas. El grupo experimentó algunos cambios poco después. Nacho abandonó el grupo y el batería Antonio trasladó a vivir a Valladolid, ciudad en la que comenzó a trabajar en el sector de publicidad. Entonces Carlos, alumno de canto de la madre de Gabi, comenzó a cantar y a tocar la batería. A su marcha le sustituyó en la percusión Juan, un amigo que hasta entonces no sabía tocar, pero demostró una gran facilidad de aprendizaje. Pedro se hizo cargo de la guitarra solista y Gabi, por su parte, tras adquirir un órgano Farfisa, ejerció de teclista, además de intercambiarse el bajo con Flores, guitarra de acompañamiento en los temas sin teclado.
Pedro y el equipo
Como de costumbre, el primer problema con que se encontraron fue la adquisición de un equipo decente. Ninguno de ellos tenía dinero para invertir en su instrumento y no se atrevían a endeudarse con el tío Manolo. La solución la aportó el padre de Pedro, que gozaba de buena posición económica. Con el compromiso de ir cobrando poco a poco, les compró un ampli Vox, en el que se enchufaba tanto la guitarra como el órgano, y un Joversoni para la otra guitarra. Pedro adquirió una magnífica Fender Stratocaster y la batería era una Honsuy, hasta que Juan la sustituyó por la Ludwig que había pertenecido a Quique Cobaleda, de Los Clavos. Aunque el equipo de voces no era sino un vulgar Music Son, las columnas eran Vox.
La formación estableció su sede central en el Club 91, en la calle Miñagustín. “Allí ensayábamos, bailábamos, quedábamos con las novias y, por supuesto, actuábamos asiduamente”, afirma Gabi. Se hicieron asimismo habituales en cuanto festival tenía lugar en Salamanca, en localidades como Benavente y en casi todos los bailes de la ciudad y provincia. Incluso, a veces, cruzaban la frontera y actuaban en Portugal. A diferencia de otros conjuntos, Los Rejas no tenían línea alguna en cuanto al repertorio. Se limitaban a tocar las canciones que, en cada momento, gustaban a sus integrantes. Desde Con su Blanca Palidez de Procol Harum hasta temas de James Brown, el rey de las discotecas de entonces. No se privaban tampoco de interpretar canciones de The Beatles, The Birds, etcétera.
El grupo tenía unas excelentes voces aunque, afirma Gabi, “Quizás la única canción que se nos resistió fue 98 punto 6 de Los Ángeles, de la que nunca conseguimos imitar sus magníficas armonizaciones vocales. Ese tema parecía monopolio de Los Vanadiors a quienes les salía muy bien”. Parece que las cosas no les iban mal; solían quedar más que aceptablemente en todos los lugares. La gente de los pueblos les escuchó con agrado y, a diferencia de lo que ocurría a músicos más inexpertos, nunca acabaron el pilón. Y esto pese a las melenas que llevaban “fuimos el primer grupo salmantino que se dejó el pelo realmente largo. Flores incluso llegó a llevarlo por debajo de los hombros”, dice Gabi.
Si tuvieron dificultades en la calle. Flores y Ringo, un vocalista divo que se trajeron de Madrid, se vieron una vez obligados a correr delante de decenas de energúmenos que querían “pelarles” en plena puerta de Zamora, junto al Toscano. “Solamente merced a la intervención de una señora, que les refugió en su casa, pudieron esquivar la ira del piquete de indignados ciudadanos”, asegura Gabi. Otra vez les ocurrió, esta vez a todos ellos, algo similar en la ciudad de Zamora cuando, tras una actuación, se les ocurrió salir a la calle con casacas de colores inspiradas en las que llevan los Beatles en la portada del Sgt. Pepers ¡Y esto a finales de los sesenta, cuando ya todos los rockeros extranjeros tenían unas pintas espectaculares! El grupo duró hasta que, hacia el 68, Gabi se fue a la mili. “Además, tuvimos problemas con el equipo, que nunca acabamos de pagar enteramente al padre de Pedro. Por si fuera poco Carlos, el cantante anterior a Ringo, se trasladó a Madrid junto con su hermano Antonio, que ejercía como nuestro representante”, asevera. Flores, por su parte, se fue a Bilbao a trabajar de pinchadiscos a una discoteca, después de su paso por el controvertido Clan Mensaje. Tras ello que se fue a la mili para, después, pasar de nuevo con Gabi al Grupo 96. Pero eso es otra historia.
(Del libro «Historia Incompleta del Pop y del Rock en Salamanca», de Víctor González Villarroel. Explorafoto, Salamanca 2009)
Edición web: Agurtzane Gallego (Culture 27)
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