Los Vanadiors se hicieron populares por sus armonizaciones vocales
En los años 60 son muy pocos los miembros de grupos de música “pop” que tengan estudios de solfeo. En un panorama así, era habitual que uno de los miembros del conjunto tuviera alguna formación musical e indicara a los otros lo que debían de hacer.
Éste fue el caso de Ángel Luis de Vega, que actualmente cuenta unos 60 años.
A los cuatro ya salió tocando la armónica en Radio Salamanca, desde los siete formó parte de coros en los distintos colegios en los que estuvo y a los 15 comenzó la carrera de piano en el Conservatorio de Salamanca, que continuó en el de Valladolid.
En 1965, como tantos jóvenes de la época, junto con otros tres amigos, decidió formar un conjunto musical. Ninguno de sus compañeros sabía tocar y, pese a que él mismo carecía de experiencia como guitarrista, pronto descubrió sus posibilidades con ese instrumento; así que ejerció de guitarra solista, y enseñó a los demás. El grupo, que adoptó el nombre de Los Vanadiors, estaba formado también por Manuel Santos (guitarra rítmica), Javier García Martín (bajo) y Francisco Sánchez (batería).
Tras la consabida etapa de las guitarras españolas conectadas a la radio, los entusiastas jóvenes se compraron, entre todos, una Jomadi de segunda mano. Tras algunos meses de ensayo les llamaron para una matinal del Teatro Bretón. Sus padres comprendieron entonces que la cosa iba en serio y, aprovechando las facilidades que ofrecía el tío Manolo Iglesias, les adquirieron dos durísimas guitarras de la casa Rock Black, un “ampli” Jomadi de 8 watios para los bajos y otros dos de similares características. A Paco, que hasta entonces golpeaba bidones, le compraron una batería de 16.000 pesetas. Con estos flamantes instrumentos, Los Vanadiors debutaron “en serio” (o sea, cobrando) en el Casino de Salamanca la Nochevieja del 65, y allí siguieron durante las Navidades de años sucesivos. Es de destacar que tuvieron el honor de ser el primer grupo electrificado que actúo en tan elegante lugar y que, gracias a fama derivada de estos primeros contratos, pudieron optar rápidamente a un equipo sonoro de mejor calidad.
De Línea melódica
En 1966 coexistían dos estilos en el pop y el rock. El primero, que seguía los pasos de los Rolling Stones (o, en España, Los Salvajes), estaba influido por el Rhythm & Blues, y sus canciones, revolucionarias y vanguardistas, resultaban “estridentes” a la opinión bienpensante. Sus principales representantes salmantinos eran Los Crashsers. La segunda escuela, más “conservadora”, imitaba a The Beatles y a Los Brincos, sus más aventajados alumnos españoles. Los Vanadiors, siguieron este último estilo, con tal perfección que llegaron acompañar a Rocío Durcal en la presentación en Salamanca de una película con música de los Brincos. Apoyándose en la experiencia de Ángel Luis en agrupaciones corales, el grupo prestó siempre una especial atención a voces, coros y armonías; algo no precisamente habitual en la época. Por esa razón en su repertorio abundaban los temas de Los Brincos y Los Ángeles, así como de otros artistas anglosajones (Eric Burdon and The Animals, Spencer Davis Group, Ray Charles, o Elvis Presley), franceses o italianos (Michel Polnareff, Adamo, Peppino di Capri). Tenían además algunas canciónes propias, compuestas por Ángel Luis. Con este bagaje el fueron progresando hasta el extremo de que, en 1966, ganaron el Primer Premio en el concurso local Escalando el Triunfo en la categoría de conjuntos.
Esta primera formación duró hasta que, en 1968, el grupo se disolvió debido a diferencias personales, pese a que había conseguido un cierto renombre a nivel local. Como consecuencia, se fueron Paco y Manolo, rítmica y batería respectivamente. En su lugar entraron los ex miembros de los Los Flavios Fabián (batería) y Fernando (guitarra de acompañamiento). Más tarde, ya en 1970, se incorporó el organista Ángel Arnés, alias el Chin, un magnífico instrumentista formado en conservatorio.
Ésta fue, afirma Ángel Luis, su fichaje más importante, y dio paso a la época más fructífera del grupo. “Enseguida nos entendimos musical y personalmente”, dice. “Nos compramos un buen equipo y empezamos a montar temas más complicados de The Beatles y de otros grupos famosos. Acabamos siendo el conjunto habitual de los bailes del Campo de Tiro o el Casino, y así como de las fiestas de “paso del ecuador” o “fin de carrera” de distintas facultades.
Además comenzamos a actuar en cada vez más localidades de los alrededores. Esta buena época duró hasta que las discotecas comenzaron a proliferar por todas partes y el trabajo a flojear. Pero, como de costumbre, fue la “mili” de cada uno de los miembros la responsable de la decadencia final del conjunto, que, tras sobrevivir desde 1974 con varias formaciones inestables, se disolvió definitivamente a finales de los setenta.
La vida ha llevado a sus integrantes por caminos muy diversos; Ángel Luis, trabajó como maestro e hizo la carrera de órgano. Además de participar en la formación de agrupaciones corales infantiles, fundo el coro “Cristóbal de Morales”; el Chin está de profesor en el Conservatorio de Hamburgo (Alemania), aparte de ser el guitarrista de un trío que ha grabado varios discos;
Fabi se dedicó a la abogacía hasta su prematura muerte a principios de los 90 y Javi, geólogo de profesión, ha seguido tocando el bajo en orquestas de baile.
(Del libro «Historia Incompleta del Pop y del Rock en Salamanca», de Víctor González Villarroel. Explorafoto, Salamanca 2009)
Edición web: Noelia Hernández Vaz (Culture 27)
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