“Yo he venido a hablar de mi libro”
Esta frase lapidaria de Francisco Umbral pronunciada allá por 1993 en un programa de televisión se ha convertido en una referencia cultural que resume perfectamente la idea de este artículo: ¿Realmente nos interesa lo que hacen los demás, o sólo nos importa nuestro libro, nuestro disco, nuestro dolor de muelas o nuestra cervecita?
¿Qué hay de lo mío?
Y es que, en estos tiempos vertiginosos de tweets de 160 caracteres, stories que sólo duran 24 horas, y relaciones humanas de quita y pon, la atención y la concentración parecen ser recursos limitados, que deben restringirse a nuestras propias necesidades egocéntricas. Si le dedico un par de neuronas y un par de minutos a otra persona, estoy desperdiciando la oportunidad de mirarme el ombligo a conciencia.
En el mundo artístico, el creador también tiene que aprender informática, diseño gráfico, edición de vídeo, redes sociales, marketing online, gestión de empresas, IVA, legislación laboral y muchas otras habilidades si quiere tener una mínima oportunidad de destacar entre la miríada de propuestas culturales al alcance de cualquiera.
Demasiada labor para una sola persona, demasiado esfuerzo para tan magros beneficios. Pero si quieres difundir tu trabajo creativo, no hay otro camino, a no ser que seas el primogénito de algún jeque árabe o magnate de los negocios, que facilitaría enormemente la tarea.
Modus Operandi
Así que tenemos que dar la paliza a todos nuestros amigos (reales o de FaceBook), conocidos, compañeros de trabajo, vecinos y demás familia, para recordarles continuamente que hemos creado una obra maestra de la literatura, las artes plásticas o la música. Y sí, ya pareces un apóstol del marketing multinivel.
Compartes en tus redes a bombo y platillo que estás componiendo tu disco (y una foto jugando con tu mascota), subes un video mientras estás grabando en el estudio (y después pides firmas contra la deforestación), lanzas una promo con unos compases de la primera mezcla del single (y un video de un gato jugando con un ovillo de lana), anuncias que el sábado que viene publicarás la canción completa (y pides ayuda para los refugiados), agradeces a tus seguidores que hayan compartido tus publicaciones (y defiendes la libertad de expresión en Indulandia), comentas que el disco estará a la venta el día D a la hora H (y compartes el vídeo contra la desnutrición infantil), lanzas el primer videoclip (y abominas del maltrato animal), difundes la primera entrevista sobre tu CD (y de paso recuerdas que continúa la guerra de Palliestán), agradeces al técnico de sonido que ha grabado tu disco (y firmas por la liberación de patentes de las vacunas), recuerdas que tu trabajo está a la venta en las tiendas y plataformas digitales (y compartes otro video de gato más lana, el enésimo)…
Vamos, que das la turra al personal hasta que te odia cariñosamente. Mides continuamente el número de Me gustas, dedos arriba, reproducciones y demás parámetros medibles del éxito de tus esfuerzos, te quejas amargamente de que tu amigo Felipe no ha comentado una de tus 700 publicaciones aunque tú has compartido rigurosamente todos sus mensajes, y te desesperas porque en Instagram tienes un 27.35% menos de visualizaciones que en YouTube.
¿Tendré que ser más cercano, en plan colega? ¿Redactar frases más cortas? ¿Puse faltas de ortografía? ¿Tenía que haber hecho caso al guitarrista y subir su punteo? ¿El capullo de Juanito me ha quitado protagonismo al publicar su videoclip el mismo día que el mío? ¿Salgo fea en el vídeo? ¿Ese pantalón no me favorece?
Compartir es de hermanos
La familias, las tribus, los movimientos sociales se basan en el “Hoy por ti, mañana por mí”. Yo te ayudo y tú me ayudas. Yo reclamo más atención para mi libro, mi disco o mi dibujo infantil, y tú me pedirás lo propio para el tuyo.
Los músicos salmantinos no tienen asimilado que forman parte de un colectivo con intereses comunes. Que si le va mejor al vecino, probablemente te vaya mejor a ti. Quizá pienses que si contratan a Pepita, no te contratarán a ti; es la economía de la escasez. Pero si el vecino atrae la atención, y luce orgulloso la “marca Salamanca”, tú también puedes verte beneficiado de esa denominación de origen.
Hasta cierto punto, es lógico que cada uno mire hacia fuera, intentando buscar el éxito más allá de nuestras fronteras, donde hay ríos de miel, y le sobre la etiqueta “made in Salamanca”. Quizá sea más cool “made in New York” o más glamoroso “from L.A.”… Pero es más habitual el fracaso que el éxito. Eso lo aprendieron muchos colectivos a lo largo de la historia que se han unido para conseguir reivindicaciones comunes.
Ayúdale a caminar
Son momentos difíciles para el sector musical. Las restricciones sanitarias han dejado malheridos a muchos músicos, técnicos, gerentes, empleados y empresarios. Esperemos que todo mejore y pronto volvamos a la normalidad en la que estaba el negocio del espectáculo.
Cada uno de nosotros no tiene a su alcance partidas millonarias para paliar los efectos económicos del paro forzado. Pero sí podemos hacer un par de clics de vez en cuando, sin necesidad de rascarse el bolsillo ni hacer un esfuerzo sobrehumano.
No cuesta nada pulsar el Me gusta, el pulgar arriba de YouTube, compartir, escribir un comentario, recomendar lo que te parezca interesante, hablar bien de tus compañeros de profesión, amigos, conocidos, etc.
Los buscadores como Google, los portales como YouTube y las redes como Facebook, Instagram y demás, valoran muy positivamente esos gestos, y mejoran la visibilidad de los contenidos que reciben esa atención. De ese modo, hacen crecer la bola de nieve, y facilitan que la cultura salmantina llegue a más gente, reciba más visitas y tenga más éxito.
Preparados, listos, ¡ya!
Desde el programa A Nuestro Ritmo, este portal Música en Salamanca, las Jornadas “Inspirados por la MusSA” y otras iniciativas, un grupo de amantes de la música salmantina estamos intentando dar más visibilidad a la creación musical de nuestros convecinos. Nos vendría bien tu ayuda, si te parece una causa interesante. Contáctanos: ¡eres bienvenido!
¡Mueve ese dedo!
No esperes más, abre tus redes sociales y comparte alguna de las creaciones artísticas de tus amigos y conocidos.
Por cierto, acabo de publicar un disco llamado “Crónicas de Otro Mundo”. Ahí lo dejo 😉
Alto y claro…