En 1964 Los Abejas, un conjunto bejarano, registró un disco de cuatro canciones
En los años 60, grabar un disco era la máxima aspiración de cualquier rockero español. No era tarea fácil. Los estudios se hallaban en Madrid o en Barcelona y su acceso restringido a un grupo de privilegiados con buenos contactos. Lo importante era pisar un estudio, aunque no se vendiera ni un solo “single”, ya que los “managers” los empleaban como tarjeta de presentación que abría las puertas de las mejores salas. Por ello, si ardua era la tarea para un conjunto de gran ciudad y muy difícil para los de capital provinciana, para los de pueblo era poner una pica en Flandes. Pese a ello fueron Los Abejas, un grupo de Béjar, los primeros que lo consiguieron en nuestra provincia.
Cuarteto Bejarano
En la primera mitad de los sesenta, Enrique Quique Rotea, un adolescente procedente una numerosa familia con gran tradición musical fundó, junto a su paisano Antonio Ballesteros Toñi, el Cuarteto Bejarano, un grupo de canción suramericana, de agradable sonido pese a la juventud de sus integrantes.
Animados por la buena acogida que el grupo tuvo en la ciudad, Toñi y Quique decidieron emprender una carrera musical más “seria”. Para ello se asociaron con Pepe el Indio, hermano de Quique que tocaba el bajo, Justo, que se encargó de la guitarra rítmica y un batería llamado Ángel y fundaron Los Abejas, nombre tomado de los cinco insectos que aparecen en el escudo de Béjar. En la nueva formación, Ballesteros manejaba el órgano y Enrique se reservó la función de cantante y guitarra de punteo.
El grupo tuvo una excelente acogida, tanto en su localidad como en Salamanca y provincia, así como en Extremadura. Su carrera llegó al máximo cuando, hacia 1965, se trasladó a Madrid para actuar en Salto a la Fama, especie de Operación Triunfo de la época.
Salto a Madrid
Según Quique Rotea, les tocó salir al escenario después de Bruno Lomas, que volvía de Francia dotado con un equipo sonoro a la última”. Antonio Ballesteros dice que José Luis Uribarri les aseguró que eran “muy buenos, pero que con esos instrumentos no iban a ninguna parte”. Por ello, se compraron un equipazo en Leturiaga (guitarras Fender Mustang, bajo Honner, batería Ludwig equipo de voces Semprini, amplificadores Vox y un órgano Hammond de segunda mano). Según cuenta Rotea, el grupo llegó a la capital de España sin contratos ni “manager” y en poco más de un mes tenían uno de los mejores representantes de España (Enrique Díaz) y actuaban en los locales de la Cadena Consulado. Por esta época grabaron el disco, un EP de cuatro canciones “que, en Béjar, era constantemente demandado en el programa Discos solicitados”, asevera Ballesteros.
En opinión de Rotea el gran error que cometieron fue irse de Madrid. Al “manager” de allí, le sucedió el bejarano Hontiveros, excelente persona que les consiguió muchísimo trabajo en toda Castilla y León, Extremadura y Portugal, pero les alejó para siempre de la capital de España y, por consiguiente, de la consagración definitiva.
Dinero y “fans”
No obstante, según Ballesteros, el grupo consiguió un gran éxito artístico y económico, “así que pudimos pagar rápidamente el equipo y repartirnos mucho dinero”.
Recuerda también que las “fans” les perseguían por todas partes “un día tuve que tomar un taxi desde las escaleras de la Plaza hasta el Monterrey porque me perseguían cientos de mujeres”, asegura. Quique, por su parte,
recuerda “nuestra furgoneta llegó a estar llena de firmas e inscripciones que las chicas nos habían hecho con carmín.
En la puerta trasera escribimos señora, no se ría, su hija puede ir dentro”. Estos éxitos se prolongaron durante cuatro años, hasta aproximadamente 1969, fecha en la que los dos guitarristas, Quique y Justo se fueron a la mili.
Posteriormente Quique tocó en otras formaciones (Orquesta Sur, Nueva Democracia, Orquesta Copacabana, Jerusalén 6, etcétera y actualmente, ya sesentón aunque no lo aparenta, ejerce como “manager” de otros artistas.
Toñi, por su parte, posé una pequeña relojería en Salamanca. Ángel, su primer batería, falleció, mientras que Justo, empleado en el Ayuntamiento de Béjar, se jubiló a consecuencia de un ictus cerebral.
“Fueron los mejores años de mi vida”, afirma Toñi, “pero también una época de gran desorden personal. No me extraña que, años después, la droga se hiciera habitual entre los músicos, porque si la hubiera habido entonces el ambiente me hubiera llevado a consumirla”, finaliza.
(Del libro «Historia Incompleta del Pop y del Rock en Salamanca«, de Víctor González Villarroel. Explorafoto, Salamanca 2009)
Edición web: Yolanda Cambronero (Culture 27)
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