Estafados por un desaprensivo

Los integrantes de la banda.

Hacia 1968, Manolo Pérez, un joven que trabajaba como chófer del propietario de una fábrica de lejías, pensó que sería maravilloso tocar en un conjunto. Estaba fascinado con la imagen que tenían los baterías, rodeados de tambores ruidosos aparentemente más fáciles de tocar que una guitarra. Así que se juntó a unos amiguetes del barrio de La Vega y, todos ellos, empezaron a jugar a los conjuntos con guitarras españolas y una batería fabricada en casa con cajas de sombreros. Tras casi dos años en este plan, les pareció que había llegado el momento de empezar más “en serio” su nueva profesión de conjunteros. Así que fueron a visitar a Manolo Iglesias y, al fiado como siempre, se compraron dos guitarras Jomadi, un bajo Hofner, una batería Honsuy de las pequeñitas y un magnífico amplificador Joversony. Incluso (oh, maravilla) consiguieron un ampli Fender de segunda mano y un equipo de voces Music Son. Eran los primeros meses de 1970. Para cantar se contó con Sebastián, que se hacía llamar Óscar (más tarde fue uno de los fundadores de los JTS y de Los Astros). Toño tocaba el bajo, Jorge, la guitarra solista y Juan la rítmica. Manolo, como ya apuntamos, se reservó el puesto de batería. Posteriormente, se sucederían varios vocalistas, en primer lugar Juanjo y, a continuación, Luis, que fue el que más tiempo pasó con ellos.

Por festivales y pueblos

El grupo trataba de tocar un pop de línea comercial. Su repertorio, casi tópico en los grupos de la época, estaba compuesto por canciones como El Vendedor de Melones y La Casa del Sol Naciente, así como por los temas de los conjuntos españoles de moda (la versión de Los Albas de Los ejes de mi carreta era muy socorrida en la época).

El grupo estaba concebido exclusivamente como pasatiempo para sus miembros, todos los cuales trabajaban en otros oficios y no tenían ninguna aspiración profesional en el campo de la música. Quizás por ello eran asiduos de cuantos festivales se celebraban en Salamanca, fueran o no competitivos. Figuran, por ejemplo, en el programa de un festival, que tuvo lugar a finales de 1971 en el Teatro Cervantes de Peñaranda. Se denominó Monstruo Cocktail Pop.

Esta actuación pasó a la historia por un “numerito” con el que Los Davis no tuvieron nada que ver, pero sí sufrieron. Lo protagonizó Clan Mensaje, efímera formación del, tan histriónico como excelente, guitarrista Flores (antes Los Rejas y luego Grupo 96 y Eva Rock). Resulta que Jaime Noguerol, alma del grupo, poeta, letrista y recitador, gritó (con mucho acento gallego, el chico era de Tuy) una letra en que se decía algo así como que un homosexual era su amigo y que su condición (la del amigo, que Jaime era muy macho pese a sus largas melenas) no importaba.

En resumen: un párroco muy musical y organizador del evento interrumpió el acto al grito de “esto es intolerable”. Se montó un gran escándalo que acabó en pugilato entre los sectores “conservadores” y “radicales” del respetable. Resultado: irrupción de la Guardia Civil, detención y multa por “alterar el orden público” a aquellos “alborotadores” músicos. (Cómo cambian los tiempos, Venansio, dice una canción cubana). Pese a lo llamativo de la anécdota, la mayor parte de los festivales en los que Los Davis participaron acabaron de la manera habitual, o sea en aplausos y bises. Así, su nombre aparece también en los carteles del festival en el que se presentaron Los H70 y los JTS (Pabellón de Deportes 29 de julio de 1971), así como en el Primer Festival de la Canción Propia (Escuela de Maestría Industrial, 18 de diciembre de 1971). También actúan en el programa EnDirecto,emitido por Radio Popular de Salamanca. Incluso ganaron alguno de los festivales que tenían carácter competitivo. Asimismo, Manolo resultó vencedor de un concurso de baterías celebrado en Zamora ese mismo año.

Integrante de la banda, Manolo, con la batería.
Manolo y su batería.

“Tocamos también en bailes de pueblo, así como en algunos lugares de Salamanca capital”, asegura Manolo, quien recuerda que su primera actuación cobrando fue en la Hermandad de Alféreces Provisionales, frente a La Alamedilla. “Estos bolos nos los solía proporcionar el tío Manolo Iglesias, y nos servían para pagarle el equipo”, asegura.

Los Davis continuaron su brillante carrera musical durante dos años y probablemente hubieran permanecido juntos mucho más tiempo si no hubiera sido por los problemas derivados de la búsqueda de un vocalista definitivo. Resulta que, en una de las etapas en que se quedaron sin cantante, acudió a ellos un tal Valín, madrileño desconocido en nuestra ciudad, que se presentó como gran solista a la búsqueda de jóvenes talentos que le acompañaran. Sin duda atraídos por el carisma capitalino del recién llegado, que les aseguró ser poseedor de importantes contactos en el Foro, los integrantes de Los Davis se prestaron a tocar con él en un importante número de actuaciones en localidades de nuestra provincia. Valín, muy generoso él, se comprometió, además, a actuar como tesorero, para evitar que el resto “se fundieran una pasta” muy útil para comprar instrumentos buenos. Cuando tocó repartir el dinero, resultó que el pájaro en cuestión (canario debía de ser a juzgar por sus cualidades canoras) desapareció con el total de la recaudación.

El asunto no se quedó en una mera anécdota, sino que produjo una serie de desavenencias entre los miembros del grupo, que acabaron conduciendo a su disolución. Manolo, pese a todo recuerda esta etapa con cariño. “Fue la mejor de mi vida”. Al poco tiempo, a principios de 1972, emigró a Inglaterra. En Londres permaneció durante trece años, tocando la batería por las noches y trabajando como pintor durante el día. Toño, Luis y Sebastián permanecen en nuestra ciudad, donde este último trabaja en la ITV de Castellanos de Moriscos y Jorge reside en Burgos. Peor suerte tuvo Juan, que falleció en fecha reciente.

(Del libro «Historia Incompleta del Pop y del Rock en Salamanca«, de Víctor González Villarroel. Explorafoto, Salamanca 2009)

Diseño web: Elena Caridad Picado (Culture27)

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